En entradas recientes hemos repasado algunas técnicas, herramientas y metodologías que pueden ayudarnos a mejorar la operativa de nuestra empresa. Tras analizar en detalle el ciclo PDCA o el análisis Pestel, en este artículo profundizaremos en la cadena de valor. Un concepto que probablemente os resultará familiar, aunque quizá no tengáis del todo claro en qué consiste. Os anticipamos algo: puede convertirse en el mejor recurso para generar ventajas competitivas. Seguid leyendo si queréis descubrir qué es y cómo podéis aplicarla a vuestro negocio.

¿Qué es la cadena de valor de una empresa?

Los mercados son cada vez más competitivos. Por eso resulta esencial saber qué nos hace diferentes a los demás. La cadena de valor es un modelo teórico que ayuda a identificar y definir las ventajas competitivas de una empresa. Analiza todas las actividades internas de una organización para detectar aquellas que generan valor sobre el producto final.

El origen de este concepto se remonta a 1985, año en el que Michael Porter publicó el libro ‘Ventaja Competitiva: Creación y sostenibilidad de un rendimiento superior’. En él, este reputado teórico económico actualizaba el modelo propuesto por McKinsey & Company a principios de esa década. El estudio de esta consultora estratégica definía la empresa como un conjunto de funciones, cuyo análisis individual y posterior comparación con las de la competencia nos permite conocer nuestra posición en el mercado.

Sin embargo, el modelo propuesto por McKinsey & Co. presentaba un problema: medía el valor exclusivamente por ingresos totales. Una acepción simplista y ciertamente limitada, que Porter llevó un poco más allá. El teórico estadounidense sostenía que el concepto de valor implica mucho más. Para Porter, valor es lo que una empresa emana durante el proceso de diseño, producción y entrega de un producto.

Desde entonces, la cadena de valor se define como una herramienta de análisis estratégico, que ayuda a las empresas a determinar sus ventajas competitivas. Un modelo que, más de treinta años después, sigue plenamente vigente.

El valor se genera desde el proceso productivo

Objetivos de la cadena de valor

El principal objetivo de Porter era reorientar la aplicación de la cadena de valor, configurándola como un instrumento para incrementar la rentabilidad de las empresas. A día de hoy, es un recurso esencial para el análisis interno de una organización.

Este modelo implica un análisis profundo del conjunto de actividades que realizan en su día a día y las interrelaciones que se establecen entre ellas. Por tanto, involucra a todos los departamentos, abarcando desde la producción hasta la distribución de productos.

Su aplicación representa una gran oportunidad de desarrollo para cualquier tipo de negocio, resultando especialmente útil para las pymes. La cadena de valor permite conocer los costes de cada actividad, los flujos de trabajo, el rendimiento de cada departamento… Y, por encima de todo, facilita identificar esos valores diferenciales por los que nuestros clientes nos eligen a nosotros y no a otros.

Los beneficios de aplicar la cadena de valor son muy variados, pudiendo destacarse los siguientes:

  • Incentivar una mejora continua de los productos y servicios ofertados.
  • Optimizar de forma eficiente los procesos internos.
  • Incrementar la productividad de cada departamento.
  • Fomentar la reducción de los costes de actividad.
  • Detectar ventajas competitivas.
  • Fidelizar clientes generando valor.

En suma, conducen a un objetivo común: aumentar la rentabilidad global a través del conocimiento interno de la empresa. Esta información nos permitirá definir qué actividades tienen mayor valor para nuestros clientes, potenciándolas para generar ingresos. Todo ello mientras se reducen costes suprimiendo las actividades que no aportan valor.

En definitiva, la cadena de valor persigue entregar el máximo valor con el menor gasto posible.

La cadena de valor mejora la productividad

Elementos principales de la cadena de valor

A la hora de definir la cadena de valor de una empresa, el primer paso es descomponerla en actividades estratégicas. A partir de la fragmentación de conjuntos de tareas diferenciadas (denominadas actividades de agregación de valor), nos será más sencillo incrementar la rentabilidad de nuestro negocio. ¿Por qué? Porque mediante este desglose detectaremos dos aspectos que influyen en ella, de forma directa o indirecta: qué agrega valor a nuestros clientes y qué nos hace mejores al resto de competidores.  

En este sentido, una cadena de valor diferencia entre actividades primarias y actividades de soporte o secundarias.  Actividades que comprenden una serie de categorías genéricas, que pueden cambiar dependiendo del tipo de industria o el sector objeto de análisis.

ACTIVIDADES PRIMARIAS

Son las acciones destinadas a agregar valor a los clientes de forma directa, creando ventajas competitivas. Abarcan todo lo relacionado con la creación física de un producto o servicio y su posterior comercialización al cliente final. Entre ellas podemos distinguir cinco áreas:

Logística de entrada: relativa a las tareas de recepción, almacenamiento, control, gestión del inventario y la programación del transporte.

Operaciones: aluden a las tareas productivas y actividades de transformación de materias primas (maquinaria, montaje, empaquetado, etc.) en producto finalizado.

Logística de salida: refiere a las gestiones relacionadas con la distribución y entrega del producto o servicio al consumidor.

Marketing y ventas: comprende las estrategias y acciones encaminadas a mejorar la visibilidad del producto o servicio para el cliente final, desde la fijación de precios hasta la publicidad.

Servicios: abarcan todo lo relacionado con los servicios post-venta o de mantenimiento. Son actividades que refuerzan el valor del producto o servicio tras la venta, permiten detectar puntos de mejora y conocer el nivel de satisfacción de nuestros clientes.

El suministro es una tarea empresarial clave

ACTIVIDADES SECUNDARIAS

Este tipo de acciones no aportan valor directamente, pero no por ello resultan menos importantes. También desempeñan una relevante función: apoyar las actividades primarias proporcionando todo lo necesario para su correcta ejecución. Entre ellas se incluyen cuatro categorías:

Aprovisionamiento: alude a las actividades de abastecimiento para la obtención de los recursos necesarios para elaborar productos o servicios.

Desarrollo tecnológico: comprende acciones de investigación e innovación capaces de minimizar costes e incrementar el valor del producto o servicio.

Gestión de RRHH: implica la contratación, desarrollo y retención del personal que ejecutará las actividades primarias.

Infraestructura: relativa a todos los sistemas que prestan apoyo a la cadena completa, como la gestión general, la administración, contabilidad, finanzas o el control de calidad.

Como podemos comprobar, todas y cada una de las actividades mencionadas son básicas para el funcionamiento de cualquier empresa. Pueden ser representadas así:

Digrama de cadena de valor de Porter

El diagrama recoge el rango completo de actividades necesarias para crear un producto o servicio. Las relaciones que se establecen entre ellas configuran los eslabones de la cadena, que apuntan a un último concepto: el margen. De acuerdo al modelo de Porter, el margen es la diferencia entre el valor total y los costos incurridos por la empresa para desempeñar actividades generadoras de valor.

Por tanto, la cadena de valor resalta aquellas actividades en las que es posible aplicar estrategias específicas para aportar el mayor valor posible para el cliente en cada fase del ciclo de vida de un producto o servicio.

Cómo hacer una cadena de valor

Ahora que conocéis qué es una cadena de valor y sus beneficios, os interesará saber cómo aplicarla a vuestro negocio. Para realizar un análisis de cadena de valor se deben seguir tres pasos principales:

1. Identificar las sub-actividades para cada actividad primaria y secundaria

Como destacamos previamente, el primer paso consiste en descomponer la empresa, revisando los procesos internos y actividades estratégicas. Cada una debe ser considerada individualmente, con objeto de identificar qué se hace, cómo se hace y con qué recursos.

De este modo podremos determinar los puntos fuertes y débiles de cada etapa empresarial. El objetivo final es definir nuestra propuesta de valor única, que podría orientarse al producto, al cliente o al propio proceso productivo.

2. Analizar el valor y costes de las actividades identificadas

En segundo lugar, analizaremos de forma exhaustiva las actividades para determinar cuáles agregan valor o suponen una ventaja competitiva. Este ejercicio nos proporcionará una información clave para saber si la propuesta de valor que definimos en la anterior fase, está respaldada por las tareas y procesos diarios de nuestra empresa.

En esta etapa no solo debemos mirar de puertas adentro. Debemos tener en cuenta que formamos parte de un entorno empresarial con otros actores que afectan a nuestra actividad. Por eso el análisis no debe ceñirse a nuestros propios procesos, sino abarcar también la posición de la empresa respecto a esa estructura externa.

3. Definir la estrategia para generar valor

Gracias a la información recopilada, dispondremos de un mapa completo sobre nuestra empresa. Con él, sabremos de forma muy clara qué actividades aportan valor y cuáles no.

A partir de un plan de trabajo definido podremos potenciar las primeras y proponer acciones de mejora para las segundas. El objetivo: que todas contribuyan a la consolidación de nuestra propuesta de valor única.

La cadena de valor afecta a todas las áreas

Sistemas para aplicar la cadena de valor en tu empresa

Como hemos visto, la cadena de valor es una herramienta empresarial muy poderosa. Nos ayuda a identificar los principales procesos de negocio, entender cómo funcionan y, lo más importante, saber qué aportan a nuestros clientes.

Pero para que este modelo resulte eficaz, la disponibilidad de información fiable y actualizada es primordial. Una tarea en la que los sistemas de gestión y planificación de recursos empresariales tienen mucho que aportar.

Los sistemas ERP ponen a vuestra disposición todo lo necesario para controlar las diferentes áreas de vuestra empresa. Motivo por el que se han consolidado como un recurso complementario a la hora de aplicar la cadena de valor. Un ERP enlaza los eslabones físicos de la cadena en su propia cadena digital, posibilitando la integración electrónica de proveedores, procesos internos y clientes.

Sistemas ERP para aplicar cadena de valor

Desde el área de Soluciones Empresariales de Grupo Trevenque podemos ofreceros un amplio abanico de sistemas que os ayudarán a mejorar la coordinación interna mientas incrementáis la rentabilidad de vuestro negocio. Todos ellos son capaces de propiciar un conocimiento experto de su funcionamiento, factor clave al aplicar la cadena de valor.

Las soluciones ERP han transformado para siempre el modo en que las empresas gestionan los grandes flujos de información. Y pueden ser vuestro mejor aliado para determinar cuáles son las ventajas competitivas de vuestro negocio. Si estáis interesados en ampliar información sobre los sistemas que implantamos, contactad con nuestros consultores especializados desde aquí.